‘El pádel es un deporte mágico… porque es el deporte más democrático e inclusivo que existe.' - Gustavo Spector

Las tradiciones familiares siempre están ahí y son muchos los que se rinden ante ellas. Tienes que ser abogado como tu abuelo, tu padre o tus tíos. Tienes que continuar con la tienda de antigüedades que tu bisabuelo abrió en 1912. Tienes que pasar horas y horas en la empresa de logística con tu padre, tu madre y tu hermana.

Algo así es lo que le ocurrió a Gustavo Spector: le iba bien y era feliz jugando al pádel, pero sus padres no paraban de preguntarle cuándo iba a buscarse un trabajo de verdad.

Hasta que un día, Gustavo se rindió. Vendió el club de pádel y cedió ante la tradición familiar: su vida sería la de un corredor de seguros, que es lo que había mamado desde su infancia.

Y pasó cinco años trabajando como corredor,  hasta que un día dijo: “Ya no puedo más, quiero volver al pádel.” Estaba viviendo una vida que no quería vivir.

Spector había sido un buen jugador de tenis en la primera división de los clubes argentinos, un jugador reconocido en el Tucumán Lawn Tennis, la joya de la provincia más pequeña de Argentina. La independencia del país se declaró en Tucumán en 1816, aunque muchos europeos conocen el nombre porque muchos de los limones que consumen vienen de esa provincia.

Los últimos años de la década de los 80 y principios de los 90 se caracterizaron por un boom del pádel en Argentina, un país en donde el tenis es tan popular como en pocos. Por aquellos entonces, Spector era adolescente y no fue ajeno a ello.

“Crecí jugando al tenis y, a los 19, empecé a jugar al pádel. Fue por casualidad, fuimos con mi pareja de tenis de toda la vida a una pista. Empezamos a jugar juntos y durante siete años fuimos número uno de la región. Pasamos a profesional, empecé a dirigir un club, jugué la Copa del Mundo en España en 1996. Los 90 fueron unos años estupendos.”

Hasta que llegó la oscuridad: los cinco años de obediencia a la tradición familiar. Como si de un interludio se tratara para que Spector pudiera confirmar su pasión por el pádel.

Quería volver a sentirse vivo y vivir del deporte, pero Argentina, un país con una economía caracterizada por su perpetua inestabilidad, no ofrecía las mejores garantías. “Me di cuenta de que había sido muy bueno en lo que estaba haciendo, pero que el trabajo y la situación económica del pádel en Argentina no era segura. Si quería volver al deporte, tenía que ir a Europa, donde había un proyecto a largo plazo. Tenía contactos con el tenis en España y en Italia. Mi hermana es artista y vive en la parte italiana de Suiza, cerca de Lugano, así que me lancé a la aventura.”

Esa aventura le llevó hasta Milán, donde desarrolló la escuela de un nuevo club de tenis, pero el pádel seguía en su corazón.

“Tras ocho años en el club en Milán, propuse al dueño que añadiera el pádel al club. El pádel aún no existía en Milán y aceptó mi propuesta si era yo quien hacía la inversión. Compré primero una, luego dos y luego tres pistas de pádel, trabajando con pádel y tenis en el mismo club.”

Luego la suerte llamó a su puerta. La Federación de Tenis italiana, que había acogido con los brazos abiertos al pádel, apostó por la audacia y dinamismo de Spector. “Me eligieron para desarrollar los cursos de la Federación y luego para que fuese el entrenador del equipo nacional italiano. Estuve en el lugar adecuado en el momento oportuno.”

El argentino trabajó durante un año sin paga – la Federación solo cubría sus gastos –, pero la apuesta salió bien: el equipo italiano ganó el campeonato europeo en 2019.

Hoy, Spector es un hombre feliz en sus dos mundos. “Tengo 51 años y vivo en Italia desde los 32. Siempre me he sentido argentino, pero me dieron recientemente la nacionalidad italiana y también me siento muy italiano. Italia me dio la oportunidad de desarrollar lo que más ansiaba.”

Aún así, Spector sigue soñando a lo grande. “El pádel es un deporte mágico y, con un mejor liderazgo y una mejor gestión, podría tener su sitio a nivel mundial como un gran deporte. En el futuro, será uno de los deportes más jugados en el mundo.”

¿Un deporte mágico? “Sí, es mágico porque es el deporte más democrático e inclusivo que existe. La gente se divierte. En otros deportes, llega un momento en que se pierde un poco la ilusión. En pádel, no. Es un deporte que además genera una gran relación deportiva entre hombres y mujeres, porque los dobles mixtos se juegan como quizás no se jueguen en ningún otro deporte. Es un deporte que nunca muere, que nunca te abandona.”